Contribuir al desarrollo armónico e integral del alumno, desde los principios de la religión católica.
Pensamos a la persona como una totalidad, espiritual y orgánica, integrada a su medio, natural y social. La entendemos como un ser libre, con una vocación trascendente y una misión personal: hijo de Dios (su imagen y semejanza) y llamado a la santidad. Como un ser en evolución, perfectible por su capacidad de aprender y defectible por su capacidad de errar. Es un ser abierto y dialógico por su inteligencia y libertad, comunicador y simbolizador, capaz de valorar su cultura y trascender la realidad donde está inserto en función de una escala de valores.
Para este ser en crecimiento es adecuada una formación integral con sentido trascendente en las dimensiones bio-psico-social-espiritual/moral, de acuerdo con la madurez e intereses propios de la edad. Por ello la educación debe llevar a un proceso de humanización y personalización; pero, como el hombre “es” y “se hace” con los demás, la educación lo deberá llevar a un descubrimiento de su situación, de su realidad y de su cultura, reflexionando sobre la misma y en los valores que la sustentan llegando a una “recreación cultural”, en el sentido más amplio.
El aprendizaje se irá dando a través de un proceso de construcción permanente de la personalidad y de su realidad para transformarla, en tanto él mismo se transforma. La apropiación de la realidad se hará a través de contenidos, procedimientos, actitudes y conceptos, atribuyéndoles significados y estableciendo relaciones entre lo que se aprende y lo que ya se conoce.
Si bien el colegio ofrece una educación basada en principios de la religión católica, su propuesta educativa no es excluyente y asisten a la misma alumnos de otras denominaciones cristianas; promoviendo el respeto por la libertad religiosa, el compromiso con lo religioso y el ecumenismo.